Es casi imposible leer un periódico salmón sin que salte a nuestros ojos un artículo sobre la desigualdad creciente en el mundo. Parece que Thomas Piketty nos ha puesto a través de su libro El Capital en el siglo XXI y su consiguiente éxito de ventas en Estadios Unidos el tema de moda, con el apoyo de Paul Krugman y el resto del entorno demócrata por supuesto.

Algunas perlas de Piketty son: “¿Cómo hacer rápidamente una fortuna? Se plantean en este momento miles de jóvenes que se encuentran en la misma situación que Usted. Tienen que devorarse unos a otros como fieras. Hay que entrar en esta masa de hombres como una bala de cañón o deslizarse en ella como la peste. La honradez no sirve para nada… La corrupción es lo que prima, el talento es raro. Por eso, la corrupción es el arma de la mediocridad que abunda, y sentirá Usted sus alfilerazos por todas partes”.   Quizás necesitemos de un Piketty histriónico para darnos cuenta de la deriva de la desigualdad, pero lógicamente la visión maniquea que expresa en su libro es exagerada. Y por supuesto histriónica es su teoría expresada a través de la referencia de la obra de Balzac, Papá Goriot, donde uno de sus personajes se expresa sobre la estructura de los ingresos y la riqueza a principios del siglo XIX, donde la única manera de vivir desahogadamente era haber heredado y donde el trabajo, la educación y el mérito no conducían a nada. Pikettty expresa de esta manera el renacer de aquella plutocracia apenas un siglo y medio después y el imperio creciente del capital / patrimonio / herencia sobre los valores tradicionales de trabajo / educación / meritocracia.
Es cierto que actualmente coexisten dos mundos paralelos: por un lado una población con enormes desigualdades en el acceso a los servicios esenciales y al mismo tiempo unas cotas nunca alcanzadas de desarrollo tecnológico, información y valor económico. La coexistencia de estos dos mundos exige un necesario cambio de paradigma y el concepto a resaltar y reivindicar es el de Sostenibilidad. Y dentro de este concepto que engloba todos los ámbitos de gestión económica, empresarial y social, me resulta especialmente importante en lo que afecta a la educación. Este mundo global está desde mi punto de vista acelerando exponencialmente los niveles de formación necesarios para participar en este juego. Y desde luego aquí, de no remediarse, las desigualdades se están produciendo de manera muy marcada y preocupante, en un camino radicalmente contrario a lo que entendemos por sostenible.
En España tenemos un serio problema educativo que puede resumir la situación al menos en nuestro entorno inmediato. España necesita una clara mejora de su sistema educativo actualmente generador de guetos cualitativos que juegan a favor de una desigualdad marcadísima en la educación en favor de quien puede pagarla. Es cierto que se ha producido un cambio radical, por ejemplo, en el índice de alfabetización desde la investidura de Juan Carlos I a la de Felipe VI. Pero también es cierto que el acceso a las universidades privadas de prestigio versus las públicas, en claro proceso de degradación se ha reducido en favor de las clases más favorecidas incrementado la brecha de desigualdad, esta vez educativa.
Si no generamos educación sostenible y por tanto talento sostenible una vuelta a la plutocracia del siglo XIX es totalmente posible, no a través del Capital patrimonial como señala erróneamente Piketty sino a través del Capital humano, para mí el centro de toda sociedad libre y sostenible. Y, en cualquier caso, preparémonos en el corto plazo para una vuelta a la situación pre-crisis de Guerra por el Talento, donde va a resultar muy difícil a las empresas de nuevo contratar su capital humano y el muy cualificado puede que se vaya en masa al Pacífico donde será muy bien remunerado. Los efectos pueden ser impredecibles.