Como hemos mencionado en anteriores ocasiones, la incertidumbre nos obliga a salirnos de las respuestas ya establecidas. Se adivina como compañera de viaje en nuestro largo plazo y poco a poco debemos ir alejándonos de la perspectiva jerárquica y de control para apostar por culturas que potencien y premien la proactividad y la innovación.

Dentro de las compañías, uno de los pilares de esta innovación en cualquiera de sus vertientes será la transversalidad, la diversidad y la inclusión, poniendo fin con todo ello a sistemas organizativos basados en silos e individualismos presentes en demasiadas organizaciones.

Se impone la faceta generadora de valor honesta y con vistas a un futuro del que tenemos menos noticias que nunca (únicamente podemos garantizar su diversidad). Esta visión deberá ser compartida y asumida por cada uno de los miembros de la organización, indistintamente de los roles que ejerzan en su día a día.

Ante esta posibilidad de generar o aumentar el valor por parte de los líderes actuales, aparece como condición necesaria el autoconocimiento de cada uno de los integrantes de los equipos, el convencimiento de impulsar equipos diversos y la redefinición de conceptos como “eficacia” y “eficiencia”. La opción de ir y cumplir queda relegada al olvido en pos de un crecimiento basado en la confianza mutua, las conversaciones centradas en valores, así como un sentido de responsabilidad multidireccional.

De este modo, equipos que cuentan con la confianza de la compañía como parte indispensable del proyecto estratégico, compartirán el camino en el largo plazo, formando y destacándose para convertir a las organizaciones en necesarias y con sentido.

A pesar de los ideales expresados, un imperativo será la coexistencia con la incertidumbre contextual. No únicamente pandemias o crisis, sino un sinfín de personas con ubicaciones personales y físicas cambiantes, implicarán un necesario cuidado de las personas integrantes de cualquier equipo.

La deslocalización y el teletrabajo nos alejan de algún modo en el plano físico, pero no debe ser considerado como un elemento que reste valor. Todo lo contrario. Es posible que en algún momento los equipos no recuerden  implicaciones de nuestro rol como líderes o incluso que quede en el tintero alguna conversación o mail pendiente debido a las razones expuestas, pero nunca olvidarán cómo les hemos hecho sentir o si son y se sienten parte de algo con lo que poder identificarse plenamente.

En resumen, la generación de valor vendrá dada por la creación de este por cada uno de los engranajes de la organización. A pesar de resultar inquietante el contexto, no debemos pasar por alto la opción de cambiar organizaciones que permitan dar un valor y, finalmente, un sentido.