En los procesos de búsqueda para ocupar posiciones ejecutivas, estamos observando, como es lógico, cambios en las inquietudes y en las preguntas que nos transmiten los candidatos.
En esta situación de incertidumbre que vivimos, los profesionales deben de analizar mucho más si cabe las oportunidades que se les presentan sin cerrarse la puerta, no obstante, pensando que no es un buen momento para un cambio.
Volvemos a hablar de entornos cambiantes y de la necesidad de adaptarnos y seguir desarrollándonos para mantenernos como activos esenciales para las empresas. Es la realidad que vamos a vivir a partir de ahora, una realidad que ya se vislumbraba y que la pandemia no ha hecho más que acelerar (globalización, digitalización, cambios en los hábitos de consumo…).
Una de las preguntas que hacemos a los candidatos durante las entrevistas es acerca de sus motivaciones para aceptar una nueva posición, tanto si hablamos de un movimiento en la misma empresa como fuera de ella. Los motivadores más comunes que ayudan a dar el paso son la compensación económica, la ubicación geográfica del puesto, el cargo en sí y la marca empleador. Las empresas lo saben y trabajan en estos motivadores. Nuestra experiencia nos dice que, si no hay un esfuerzo por parte de las empresas en ofrecer otros incentivos tangibles e intangibles y si el candidato no mira “más allá”, la posibilidad de que la relación empresa-candidato se rompa a corto-medio plazo aumenta considerablemente.
¿Qué recomendamos entonces que tengan en cuenta los candidatos y las empresas para crear relaciones productivas y de larga duración?
Una de las motivaciones debe ser buscar valores compartidos, como por ejemplo, aspectos de diversidad e inclusión, preocupación por el medio ambiente, equilibrio trabajo/tiempo libre etc.
Otra motivación que cobra una especial importancia es la oportunidad de desarrollo de carrera y de formación continua, el desarrollo de nuevos skills que permitan al profesional ser valioso para la compañía a lo largo del tiempo. Estos son compromisos en los que tanto las empresas como los profesionales tienen que hacer un esfuerzo conjunto. Se requiere por parte de la empresa realizar una inversión en términos económicos y en tiempo y, por parte de los profesionales adquirir nuevas competencias técnicas que se lograrán con esfuerzo, disciplina y motivación.
Por lo tanto, en México estamos viendo que buscar solo la mejora salarial y la comodidad a corto plazo no son ya las mejores opciones para aceptar un cambio profesional.