Revisando artículos que aparecen a diario en los principales medios de comunicación, pareciera que una de las opciones post-COVID fuera la necesidad de un aprendizaje. La realidad es que aún no tenemos claro qué es lo que tenemos que aprender o a qué nos enfrentamos, así que, ¿podemos medir el impacto real?
Lo único que podemos confirmar es que la pandemia afecta a nuestro contexto por igual. Hasta hace unos días, el etnocentrismo occidental pensaba que las pandemias eran cosas de algunos países lejanos o subdesarrollados. En esta ocasión, las soluciones están en nuestra mano desde lo colectivo. El individualismo irá perdiendo posiciones en aras de la cooperación y la transversalidad.
Desde el punto de vista organizacional, se abrirán nuevos caminos a partir de los cambios impuestos. La colaboración incondicional con la incertidumbre dejará de ser un ente budista para colocarse en el día a día de nuestras compañías. Constantes adaptaciones a condicionamientos desconocidos nos sitúan ante cambios que podrán resultar apasionantes.
En lo que a gestión de equipos se refiere, el nuevo contexto demandará la modificación de la esencia del propio liderazgo. El presencialismo y los excesos de jornada serán adelantados por la conciliación, movilidad y la eficiencia. De nuevo, la jerarquía clásica tendrá que dejar paso a liderazgos funcionales más dinámicos.
Finalmente, nos situaremos ante nuevas maneras de actuar en los entornos laborales con sustanciales modificaciones respecto a sólo unos meses atrás. Bien entendidos, estos cambios podrán traer consigo aumento en el valor añadido y conciliaciones a las organizaciones que sepan leer y adaptarse a los nuevos mensajes sociales.