En los últimos meses hemos podido observar cómo las organizaciones se han visto obligadas a acelerar, o iniciar, sus procesos de transformación en lo que a digitalización se refiere, implantar nuevas formas de trabajo e incluso replantearse la oferta de valor y el propósito para poder garantizar una sostenibilidad a presente y a futuro. Las organizaciones han tenido que asegurar su supervivencia debido a la crisis sanitaria y económica generada por la pandemia, el “Cisne Negro”.

Este término, acuñado por el filósofo e investigador Nassim Taleb, hace referencia a un evento inesperado que genera un gran impacto socioeconómico, y explica cómo muchos de los grandes cambios en la historia se han debido a este tipo de sucesos.

Durante estos meses, hemos sido testigos de la enorme y ágil capacidad de reacción, adaptación e innovación de las empresas ante situaciones de necesidad. Si entendemos a una organización como organismo vivo, vemos que se rige por el motivador más primitivo y poderoso que moviliza hacia la acción: la supervivencia.

Sin embargo, si queremos promover organizaciones sostenibles que generen valor a corto, medio y largo plazo, no podemos permitir que dependan de sucesos externos o presiones de supervivencia para impulsar el cambio pues la transformación será solo superficial, un remedio a corto plazo en vez de una propuesta real de valor a medio y largo plazo.

Se requiere mirar hacia dentro y hacia fuera de la organización, realizando un análisis profundo, sincero y valiente, que ayude a replantear el propósito, a definir cuál es la razón de ser y estar como organización y la verdadera propuesta de valor. Una propuesta que debe plantearse no sólo en términos económicos, sino sociales, medioambientales, personales y de relación con los diferentes ecosistemas en los que opera.

Esta es la perspectiva desde la que se puede iniciar un verdadero proceso de transformación que resulte en un valor sostenible en el tiempo y que genere un sentido de urgencia al cambio a modo de reto inspirador, que movilice a la organización con un compromiso real y no como una mera necesidad de supervivencia. El cambio fundamentado en la supervivencia se alimenta del miedo y, desde ahí, difícilmente se compromete a las personas con lo que se quiere conseguir más allá del aquí y el ahora. Sin embargo, el cambio que se sustenta en la inspiración, que conecta con valores, es la mayor energía para la acción en positivo, es el lugar desde donde se consiguen transformaciones profundas.

Para este tipo de cambios se requiere de líderes valientes con un propósito, que sepan ver más allá de los rendimientos económicos a corto plazo y que impulsen a la organización hacia nuevas formas de hacer y de entender el mundo. Líderes a los que les importe dejar un legado y que tengan el convencimiento y la resiliencia suficientes para llevar su negocio a una nueva realidad.

Al igual que la oruga cuando se convierte en mariposa dentro de la crisálida, estos cambios de la organización tendrán sus momentos de aparente oscuridad en los que habrá que navegar con el foco necesario y con el convencimiento de que la transformación llevará a una metamorfosis completa donde el resultado final merecerá la pena.