Es un tema ya muy comentado en ciertos círculos en Estados Unidos, especialmente demócratas, y ha sido incluso portada el año pasado en The Economist con el título de America’s new aristocracy.
En un país basado en la meritocracia y el sueño americano se está produciendo una cada vez más presente oligarquía de poder económico. Nada nuevo por supuesto en un país que, por otro lado, siente un paradójico culto por las dinastías. El tema, no obstante, está relacionado por supuesto con la riqueza (basta aquí leer al controvertido Thomas Piketty) pero en concreto con el Talento. Y el argumento es sencillo: las todopoderosas y carísimas universidades privadas americanas son cada vez más todopoderosas y más caras, con lo que se produce una formación elitista a la que sólo acceden las clases altas, produciendo una oligarquía directiva de facto. Esta situación se une a la digitalización exponencial de posiciones laborales intermedias y por tanto a una tendencia a que haya pocos directivos en lo alto de la pirámide de las empresas y mucho de automatizado. Es decir, más élite si cabe. Parece que vamos irremediablemente hacia un nuevo paradigma social. Una sociedad con este escenario es inviable y sólo queda pensar que la economía colaborativa y el emprendimiento pueda remediarlo de alguna manera.
Pero volviendo al modelo educativo y trayéndolo a España, nosotros no somos Estados Unidos, con lo bueno y con lo malo. Y no lo somos porque estamos en la vieja Europa donde el estado de bienestar tiene claramente un mayor peso (mientras podamos mantenerlo…). No obstante, el fenómeno comentado se está acentuando igualmente en una sociedad donde las universidades y colegios públicos han sido históricamente prestigiosos. Hay excepciones como es la Universidad Carlos III. Y esta excepción nos hace pensar que en el caso español claramente esta deriva obedece de nuevo a un problema político y a una mala gestión endémica de sucesivos gobiernos en España en cuanto a nuestro sistema educativo. Nuestro país, por ejemplo, ha sido una gran escuela de ingenieros (formados en Universidades Públicas) y ¿por qué no va a ser también una gran escuela de directivos formados en estas mismas universidades públicas? Si la Carlos III se ha convertido en un claro caso de éxito y prestigio siendo una universidad pública, seguro se puede replicar y se pueden utilizar más eficientemente los mayores impuestos que requiere nuestro modelo económico y social. En caso contrario, ¿Para qué sirve este modelo? Si el modelo es ineficiente quizás sería mucho más adecuado fomentar desde la sociedad civil el modelo americano con un mayor énfasis en las becas. De esta manera tendíamos algo más garantizado el acceso meritocratico del mejor talento.