¡Quién no haya tenido un revés en su vida, que levante la mano! Cada uno desde nuestro mundo y con nuestra forma particular y única de percibir los problemas, ha tenido sus buenos y sus malos momentos…

Son los malos momentos, aquellos en lo que creemos no podemos seguir, o no aguantamos más, precisamente los que más huella dejan en nosotros.
La vida es un fluir de acontecimientos, y en ocasiones, ese fluir se interrumpe súbitamente y nos damos cuenta de los que hemos perdido… En ocasiones, un trabajo, en otras nuestra pareja, o un proyecto muy importante, a veces la amistad de aquel que considerabas tu mejor amigo, otras perdemos confort al encontrarnos de repente con un cúmulo de trabajo ante el que nos sentimos incapaces de dar respuesta, y en el peor, sin duda de todos los casos, perdemos un ser querido.
Cada uno, desde su experiencia, ha experimentado la tristeza. A veces, incluso pensamos que la hemos “tocado”, que ha sido nuestra compañera de viaje y la conocemos bien, pero cuando te la vuelves a encontrar descubres que ¡aún te quedaba mucha capacidad de sufrimiento!
El tiempo mitiga las situaciones que nos han causado dolor y las vemos desde otra óptica. Incluso podemos llegar a pensar que aquella situación que entones nos pareció terrible, al final fue una bendición y te ha permitido llegar a lugares, que sin aquél suceso, nunca los hubieras imaginado.
Todos hemos recorrido ese camino. Yo también he sentido ese mismo dolor. Pero he aprendido que todo sucede por alguna razón. Todo suceso tiene un por qué y toda adversidad nos enseña una lección. He aprendido que “las situaciones dolorosas” sean éstas del ámbito personal, profesional o espiritual, ayudan en la expansión de la persona.
La capacidad de aprendizaje y de desarrollo ya nadie duda de que está vinculada a esas situaciones en que las cosas no salieron como lo esperábamos. Es allí donde encontramos nuestras mejores lecciones para la vida, “si lo hubiera sabido…” Quizás las cosas hubieran sido, o no, distintas, pero el pasado es una roca que no se mueve, ¡aunque nuestra imaginación se empeñe en ello muchas veces!
Aceptar el pasado no sólo es sano desde el punto de vista de la salud mental, (pues no hay otro tiempo que el presente para vivir), sino también el primer paso para después de asumir lo que pasó, dar pie a lo que yo llamo: post-action review. Sin este “aderezo” obviamente nuestra capacidad de aprendizaje se limita y mucho.
Lo que ocurre es que no estamos hablando de situaciones donde hemos tenido problemas o fallos (desde los que, por cierto, también se aprende) sino que hablamos de situaciones que por su profundidad emocional nos han dejado por un tiempo desde “tocados a muy tocados”.
En este tipo de situaciones, resulta mucho más complicado actuar con frialdad y dar paso racional al post-action review. La teoría aquí, sobre papel, puede resultar una broma de mal gusto.
Toda situación de tristeza, necesita su tiempo, necesita lo que los psicólogos llamamos el “duelo” (el cual no está únicamente asociado a pérdidas afectivas). Ese tiempo, es indefinido, cada uno, cada situación demanda tiempos diferentes, huir de la tristeza no te lleva a ningún lugar, pues si huyes de ella, siempre te acompaña, allá a donde vayas, busca su sitio y se pone cómoda…
Es necesario saber reconocer que estamos tristes, ante nosotros mismos y, cómo no, ¡ante los demás! Pues no hay nada malo en ello. Como dije al principio de este artículo, todos la conocemos, y eso nos permite hacernos cargo de la situación por la que pasa una persona y respetarla.
Pero, es difícil dejar atrás el pasado si no hemos sido capaces de aprender de él. Preguntas como: ¿Qué ocurrió? ¿Qué aprendí de ello? y, sobre todo ¿Qué puedo hacer diferente ahora? Deben centrar nuestra ocupación en el presente. No podemos cambiar el pasado, pero sí aprender de él. Poner el foco en lo que vamos a hacer distinto y centrarnos en ello, nos ayuda a salir del túnel.
Después de la tempestad, dicen llega la calma… Y así es, y esta vez viene cargada de enseñazas. Por desgracia, somos víctimas de nuestra historia de aprendizaje. A veces no se es consciente de cuánto hemos cambiado después de una etapa triste y difícil, pero si nos detenemos a observarnos veremos que en ocasiones, ¡hasta cambia tu escala de valores!
Todos conocemos personas que después de un mal momento han dado giros importantes en su vida. Es este el terreno que quiero resaltar, pues sólo desde la emoción de la tristeza podemos hacer estos “cambios” tan profundos y perdurables en nuestra forma de ser, de actuar y de pensar.
Cuando la abandonamos, salimos reforzados, pero el transcurrir del camino no fue agradable. En definitiva ¡nunca lamentes tu pasado y acéptalo como el maestro que es!