Esta afirmación es bastante habitual en situaciones de desarrollo de habilidades directivas o tras el resultado de un 360º feedback. En realidad, es bastante frecuente entre Directivos y hasta nos atrevemos a decir que “es normal y comprensible”. Y lo que es peor, muy difícil de cambiar desde la perspectiva habitual, dicotómica como veremos a continuación. ¿A qué asocia un Directivo el comunicar o el influir?

A transmitir, a “trasladar” ideas o información, a conseguir que se haga realidad su planteamiento. Por tanto, son otros los que deben escuchar. Si él escucha no está “por definición” en un “rol directivo”, sino más bien “seguidor”, en consecuencia, no es algo que deba formar parte de la esencia de mi rol, sino que es más bien algo ocasional o forzado para “gestionar equipos” o tratar ocasionalmente a algún cliente. Desde esta dicotomía, realmente no tiene demasiado sentido escuchar de verdad (y por eso no es muy habitual). Una opción diferente: ¿Y si entre “comunicar” desde un estilo directivo y “escuchar” -más de seguidor- hubiera una tercera opción? ¿Qué ventajas tendría y cómo ponerla en práctica? La tercera opción sería un estilo de comunicar o influir que podríamos denominar “guiar”: consiste en mantener nuestra propia perspectiva y a la vez, explorar de manera genuina y abierta otras perspectivas. Eso incluye hacer preguntas de las que no se sabe la respuesta. Supone construir conjuntamente con las aportaciones de otras personas. Supone retar supuestos habituales. Supone compartir intuiciones y solicitar opiniones al respecto. Es una combinación dinámica de escuchar y comunicar, construyendo conjuntamente nuevas posibilidades. ¿Para qué nos puede servir?   Si consideramos que estamos en un entorno VUCA (elevada volatilidad y velocidad de los cambios; incertidumbre, complejidad y ambigüedad) justamente resulta clave para aprender de manera continua, para percibir con rapidez posibles cambios de tendencias. Para instaurar en nuestras organizaciones diálogos que permiten dar sentido a los cambios y adaptar con agilidad la estrategia. Permite integrar la diversidad como eje del desarrollo propio, de nuestros colaboradores y de oportunidades de negocio. Permite también, respecto a nuestros equipos, descubrir motivaciones, preocupaciones y sueños. Permite, en definitiva, re-enmarcar situaciones que pueden parecer amenazadores en oportunidades de desarrollo profesional y de contribuir a diseñar el futuro de la organización.