La tercera revolución fue la revolución de la eficiencia de mano de la tecnología que irrumpía con fuerza en las empresas. Pareciera que nos quedamos atascados en ese momento. Seguimos buscando eficiencia y escalarla se ha convertido en un mantra.

Sin embargo, en pleno siglo XXI la clave del éxito y el crecimiento económico vendrán de la mano de aquellas empresas que logren elevar su visión para darse cuenta que son las habilidades más humanas las que marcarán la diferencia. De otro modo ¿qué nos distingue de un robot? Yo diría la empatía, la capacidad de escuchar, la inquietud por aprender, la habilidad para colaborar y co-crear desde el pensamiento lateral y más innovador.

¡Voy más allá! Tenemos que aprender a trabajar en equipo con robots. Sí has leído bien. Saber interactuar con distintos stakeholders amplía ahora su foco. Despertemos en pleno boom de la disrupción digital. Sólo el hombre puede adaptarse a trabajar en equipo con un robot y no es ciencia ficción lo que digo. Para lograr este reto debemos poder visionar y poner en valor lo que nos hace únicos.

¿Y si hablamos de los efectos positivos de la seguridad psicológica? El trabajo en remoto y la deslocalización son herramientas importantes de hoy en día pero, no debemos dejar que cambien al 100% la radiografía de las oficinas, porque sólo el contacto con los demás potencia, no sólo la creatividad, sino también y más importante, el engagement y el compromiso con un propósito.

Debemos cambiar el paradigma, escalar la eficiencia versus escalar la learnability y la empleabilidad de nuestros equipos, poniendo el foco en las personas y sus habilidades más humanas. Es nuestra responsabilidad como líderes y nuestro legado para las siguientes generaciones.